Si el cielo fuese del mismo color para las personas,
si mis lágrimas derramadas fuesen entendibles y no propias
entonces mi lamento seria universal y no propio de mi alma.
Éstas podrían descender de sus ojos en duelo
cayendo por sus ajenos y sensibles pómulos
hasta comprender así sus más profundos desconsuelos.
Caminaría en sus corazones por esas angostas calles,
intentando iluminar los apagados faroles,
que durmientes sobre el asfalto sensible
no notaron el nacimiento de la luna.
En tanto la alborotada muchedumbre en una esquina
incitaría al cielo llorar, hundiendo a la ciudad en la melancólica pena.
Si mis lágrimas fuesen corona de soberano,
el pueblo se deleitaría con los cantos oceánicos de mis ojos.
Y aclamada mi autoridad, alzaría mi poder sobre mis manos
reclutando a un ejercito de gotas, que fieles a su patria
agarrarían sus armas defendiendo a su flameante bandera,
que herida, desde su jadeante garganta exclamaría un grito de guerra.
Desde los iris humedecidos
observaría el partir de sus amados
que saborearían al coraje, condenando al miedo.
Correrían por sus áridos destinos, anhelando la gloria,
oliendo la pronta sangre que se exhibiría,
rezándole a Dios que no se derramen inocentes fantasías.
Escrito por: Maximiliano Braslavsky
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