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Sobreviviendo al recuerdo


No es en vano narrarle, seguro que me escucha, aun las esperanzas no han decaído y mis manos siguen firmes a aquel sueño, aunque éste se pierda en momentos de encierro, se oscurezca y se desdibuje en borracheras intentando imaginarme junto a ella.
Mi melancolía se transmite a través de mis emociones, mis labios robustos y el recuerdo.
-“Papi papi mírame, mírame”
Aun me mata saber que ya no la tengo, que solo quedan recuerdos, que ya no la puedo abrazar ni decirle feliz cumple hijita, feliz fiesta de 15, siquiera la puedo ver vestida de blanco junto a su príncipe azul. ¿Dónde estás?
Fue en aquellos años, oscuros e ingenuos, mi esposa se vestía para irse a trabajar y mi niña dormía plácidamente junto a su osito de peluche, el era su novio y pretendía casarse, y yo a veces me ponía celoso. Su frágil mano sostenía su felpuda cabeza y sonreía, sonreía hasta en aquellos tumultuosos días.
Mi esposa la despertó y la cambió, pero siempre le decía antes de salir “nunca hables de política en la calle, ni en ningún lado” Sólo tenía 6 años ¿A qué niña se le ocurriría convertir a su muñeca “Pepona” en Eva Perón y a su osito de peluche en su esposo? ¿A qué niña se lo ocurriría inventar esa situación y dejar de imaginar su futuro de doctora o veterinaria? ¿Qué niña de 6 años deja de ver su realidad, para ver esta triste realidad?
“Chau papi, te amo”
Ella se fue con su valijita marrón, decía que le gustaba mucho y mi esposa se fue sin despedirse. Siempre se iba nerviosa y repleta de miedo, en la cena solo hablaba de su amiga Margarita que se peleaba con su esposo y antes de irnos a acostar sólo decía “Hoy no Dios, por favor”
Los días pasaban y mi ángel siempre me reglaba alegrías, pero un ingrato golpe me arrastró de estas.
Aquella noche mi vida terminó, ellos entraron y los gritos y llantos no tardaron en aparecer. ¿Qué pasaba? ¿Por qué a nosotros? Yo sabía que nadie estaba involucrado en la política, hasta ese momento.
Sujetaron y tabicaron a mi esposa que agonizaba entre forzosos intentos de escapar de aquellas sucias manos, intenté detenerlos pero un golpe sordo me durmió. Desperté y lo único que fui a buscar ya no estaba, mi retoño ya no estaba, mis ganas de vivir habían desaparecido, las lágrimas desbordaron de mi rostro y la locura invadió mi cuerpo, no sabía qué hacer, quería morirme, desaparecer, ya no la tenía. ¿Qué me quedaba por vivir? Era todo lo que tenía y me la sacaron de las manos…Se fue sin decirme adiós, sin poder decirme la fecha del casamiento con su osito…

Ganador del primer puesto del V Concurso Literario Scholem Aleijem 2010 "Bicentenario"

Escrito por: Maximiliano Braslavsky

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