Te recuerdo como abrigo en los fríos inviernos,
arropándome con tu cálido amor divino.
Te recuerdo en aquel vino añejo de amargos tragos
que aun sigo bebiendo, suplicante, despojado por tu castigo.
Te recuerdo en el fondo de mi melancolía, sin poder siquiera hablarle a Dios
atado sin poder ver la eterna felicidad ondulándose en tus sutiles labios.
Te recuerdo en las cristalinas lágrimas que caían sobre tu rostro perfecto
al dejar nuestras raíces partiendo con una ilusión a la ciudad del Abasto.
Te recuerdo al escuchar la majestuosa melodía de aquel “Morocho del Abasto”,
que aun sigue siendo la voz de aquel barrio, con sus célebres cantos.
Te recuerdo llevando el fruto de nuestro amor dentro de aquel vestido blanco,
anhelado, sublime, atándonos ciegos de felicidad en un futuro trágico.
Te recuerdo después del nacimiento de Tobías,
en donde tu felicidad era alegría para mi mundo de fantasías que se desvanecía.
Te recuerdo ingenua ante los problemas que escondía,
en tanto me hundía en la depresión de mi desesperación, estafándote, bella esposa mía.
Me recuerdo devastado y arrepentido frente a tus pupilas sollozantes,
mientras me gritabas decepcionada olvidando lo que yo fui antes.
Me recuerdo abandonando aquel paradisiaco edén, dejándome sin esperanzas
y todo por haber querido profanar aquel fruto prohibido, tu confianza.
arropándome con tu cálido amor divino.
Te recuerdo en aquel vino añejo de amargos tragos
que aun sigo bebiendo, suplicante, despojado por tu castigo.
Te recuerdo en el fondo de mi melancolía, sin poder siquiera hablarle a Dios
atado sin poder ver la eterna felicidad ondulándose en tus sutiles labios.
Te recuerdo en las cristalinas lágrimas que caían sobre tu rostro perfecto
al dejar nuestras raíces partiendo con una ilusión a la ciudad del Abasto.
Te recuerdo al escuchar la majestuosa melodía de aquel “Morocho del Abasto”,
que aun sigue siendo la voz de aquel barrio, con sus célebres cantos.
Te recuerdo llevando el fruto de nuestro amor dentro de aquel vestido blanco,
anhelado, sublime, atándonos ciegos de felicidad en un futuro trágico.
Te recuerdo después del nacimiento de Tobías,
en donde tu felicidad era alegría para mi mundo de fantasías que se desvanecía.
Te recuerdo ingenua ante los problemas que escondía,
en tanto me hundía en la depresión de mi desesperación, estafándote, bella esposa mía.
Me recuerdo devastado y arrepentido frente a tus pupilas sollozantes,
mientras me gritabas decepcionada olvidando lo que yo fui antes.
Me recuerdo abandonando aquel paradisiaco edén, dejándome sin esperanzas
y todo por haber querido profanar aquel fruto prohibido, tu confianza.
Escrito por: Maximiliano Braslavsky
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