Dejaré mi cielo en tus manos
aquella confianza
que nos brindo el tiempo y la vida,
siendo tu mi lápiz y enseñanza
donde nacen mis ideas y duerme mi alma.
Caminaré por tu camino
pensando en nuestro presente,
pero asimismo en la primera vez que abrí los ojos
y decidí existir para descubrir la felicidad,
en aquel sublime beso
que alumbro la oscuridad en donde me refugiaba
y solía ser el esclavo de mi propia frustración.
Sabré que tu alma pura,
ave que nunca cesa de volar
y de regalarme la felicidad con tanta simpleza
me reinvento,
logrando convertir mis gritos en la sonrisa que desconocía
y ahogando el odio que llegue a tenerme
en la alegría de poder crear mi presente.
(Tanto tuve que lo lamía de mis labios golpeados
para que no escapara. Me había acostumbrado a sufrir
conocía hasta su gusto amargo y su apariencia rojiza y muerta,
al igual que su creador.)
Nunca dudare de mi amor hacia ti
porque en las mañanas
al despertar lo primero que oigo
es el viento susurrar tu nombre al pasar por mis oídos,
y contemplo el mar que nace en tus ojos al sollozar de risa
mientras me pierdo en el más bello camino, tu sonrisa.
Escrito por: Maximiliano Braslavsky
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