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A mi poeta

Aun está sentado
sobre el frio banco
que calienta con su propia decepción
abrigado por la soledad.
Lo puedes observar
es gratis como su sufrimiento
vestido de mentiras y penurias
ya no sonríe por dentro
aunque demuestre lo contrario
al contar sus anécdotas de supuesto escritor famoso
y notes una pequeña inclinación en sus sucios labios.
Su aroma a alcohol barato, ya propio
como la sombra en los amaneceres
que ya son anocheceres en sus cansados ojos
lo consuela y a veces me hecha de su morada,
de aquel lugar publico
donde se recuesta a silbar
una vida a través de una melodía.
Nadie lo escucha,
salvo yo
¿Por qué?

Siento que soy culpable de su miserable presente
desde que lo conocí,
sentí su desprecio
como al de la sociedad a través de sus versos.
Sus melancólicos versos
en hojas arruinadas
eran mi único regalo
propios de su enojo y egoísmo.
Su huida fue su mejor regalo
ningún hijo desearía eso
pero hasta algunas estrellas desean
poder escapar
y observar el rostro del sol.
Me creo para culparme de sus problemas,
de su carencia de amor,
de la ultima sonrisa de mi madre.

¿Por qué aun lo sigo escuchando?
¿Qué lo hace mi padre?
Me diste la vida pero también
dejaste que las gotas de lluvia
caigan sobre mi pesar
y sean las únicas oyentes
de mis afligidas palabras.
Su melodía retumba en mis oídos
como mi pasado en mi alma
aunque me observe
ya no me reconoce
tal vez porque deje de existir en su memoria
la primera vez que abrí los ojos.

Escrito por: Maximiliano Braslavsky

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